¿REDISTRIBUCIÓN O RECONOCIMIENTO?
NANCY FRASER
Autor: Nancy Fraser
Capítulo: Capítulo I. La justicia social en la era de la política de la identidad: Redistribución, reconocimiento y participación.
Año de publicación: 2006
Año de publicación: 2006
Editorial: Ediciones Morata, Madrid
Entonces, una concepción bidimensional de la justicia consideraría la distribución y el reconocimiento como perspectivas diferentes de la justicia pero dimensiones de la misma, en donde el núcleo normativo de esta concepción se encontraría en la “paridad de participación”[2] y para Fraser hacer posible esta paridad, necesita de que la distribución de los recursos garantice la independencia y la voz de todos los participantes y que a su vez estos participantes sean respetados y estén en igualdad de oportunidades para conseguir la estima social a través de la expresión de patrones institucionalizados de valor cultural.
Ante esto,Fraser propone el concepto de “Reformas no reformistas” que combina el carácter práctico de la afirmación con el empuje radical de la transformación que ataca la injusticia en su raíz, es decir, que pueden haber reformas afirmativas con efectos transformadores no totales pero sí en algunos contextos determinados.[4]
En la actualidad las reivindicaciones de justicia social se
dividen en dos tipos. Uno de ellos pretende una redistribución más justa de los
recursos y la riqueza y el otro, una política de reconocimiento donde se acepte
la diferencia y se reconozcan las diferentes identidades que en la actualidad
con los procesos de globalización se vuelven más hibridas y complejas.
Éste será el tema de desarrollo para Nancy Fraser en el
Capítulo I, hablará de como en la actualidad los dos bandos: uno que lucha por
la igualdad a través de nuevos procesos de redistribución y el otro bando que lucha por el reconocimiento de las identidades como camino para la
igualdad social. Sin embargo, cada uno se empecina en negar los postulados del bando contrario en busca de una
verdad absoluta que será la solución a los problemas desigualdad que en la
actualidad se incrementan cada vez más.
Para Fraser, ni la redistribución, ni el reconocimiento por
separado bastan para superar la desigualdad y la injusticia en la actualidad.
Es por eso que en este Capítulo, Fraser intenta hacer un análisis de estos dos
aspectos y proponer una salida para resolver la desigualdad de la mano de estas
dos teorías aplicadas en conjunto.
Podemos ver como estos dos tipos de reivindicación de la justicia social son erróneos y los
convierten en falsas antítesis. Por un lado, las corrientes o grupos enfocados al reconocimiento ignoran
otros movimientos no tradicionales de reconocimiento como aquellos movimientos
de clase los cuales no solo luchan por la redistribución de la riqueza sino que
también implican un reconocimiento de estatus. A su vez, este tipo solo se
conforma con la reivindicación del reconocimiento a partir de la afirmación de
la especifidad del grupo o movimiento cuando muchas veces las causas de esta
negación tienen que ver por aspectos de redistribución de la riqueza.
Por otro lado, Fraser considera también que la teoría de la
redistribución no se puede aplicar solamente a orientaciones políticas
centradas en la clase social, pues son los nuevos movimientos identitarios los
que pueden hablar del cómo les afecta
ampliando así las teorías que hablan de la igualdad y la redistribución
de la riqueza.
Entonces, Fraser considera la diferenciación de estos dos
paradigmas en cuatro aspectos:
1.
Tienen diferentes construcciones de
injusticia, pues,
mientras la redistribución considera la
raíz de la injusticia en la estructura económica como la explotación, la
marginación económica y la privación de ciertos recursos a algunos ciudadanos;
el reconocimiento considera que el problema radica en aquellos patrones sociales de representación, interpretación
y comunicación los cuales traen como consecuencia la dominación cultural, el no
reconocimiento de algunos grupos y la falta de respeto hacia sus creencias y
cultura.
2.
Proponen diferentes soluciones a la
injusticia, pues,
mientras la redistribución plantea una reestructuración económica de algún tipo
como la redistribución de los ingresos, la reorganización de la división del
trabajo o el cambio de estructura de la propiedad; el reconocimiento expone cambios
culturales o simbólicos que permitan revaluar las identidades no
respetadas y los productos culturales de
los grupos difamados y el reconocimiento de la diversidad a través de la
transformación de patrones sociales que permitan un cambio en la identidad
social de todos.
3.
Tienen concepciones diferentes de las
colectividades que sufren la injusticia, pues, el reconocimiento se basa en relaciones de
reconocimiento de estas colectividades mientras que la redistribución basa la
el sufrimiento de la injustica a través de relación económicas con el mercado o
los medios de producción.
4.
Tienen ideas distintas acerca de las
diferencias de grupo,
pues mientras la redistribución lucha por abolir esas diferencias de grupo con
el fin de lograr al igualdad; el reconocimiento por un lado pretende reconocer
aquellas diferencias que han sido malinterpretadas injustamente o enmarcar sus
diferencias en un jerarquía que les permita ser reconocidas y catalogadas bajo
una identidad determinada.
Sin embargo, existen grupos que cumplen una bidimensionalidad
entre ambos paradigmas pues padecen tanto de una mala distribución como de un
reconocimiento erróneo, por ejemplo los grupos raciales también pueden ser
analizados desde concepciones económicas de desigualdad y pueden sufrir a causa
de estas, pues el hecho de que se vulnere su condición de Estatus también
implica una mala redistribución de los recursos para con este grupo. Lo mismo
puede suceder con la clase social o el género que implica una desigualdad en la
redistribución de la riqueza y las estrategias que benefician al género implica
una vulneración o reconocimiento de su estatus. Entre esta bidimensionalidad
también se encuentra la sexualidad que en términos de redistribución implica
que las parejas de homosexuales no puedan acceder a ciertos beneficios
económicos que si reciben las parejas heterosexuales.
Lo anterior no puede ser tomado como que en ciertas ocasiones
estas divisiones bidmesionales son una excepción sino al contrario podemos
decir que todas estas categorías pueden incluso mezclarse entre sí, pues una
persona participe de una dimensión puede hacer parte de otra, por ejemplo la
identidad de raza y la clase estudiantil pueden mezclarse con problemas de
redistribución que impiden el reconocimiento de este grupo en la academia y
vulneran su participación como estudiantes por un mala redistribución de los
recursos.
Otro ejemplo podría ser el problema de genero con el problema de raza, en el cual las madres indígenas son madres desde una temprana edad pero el desplazamiento forzado de estas mujeres por problemas de distribución del territorio y políticos vulnera la redistribución de los recursos a este tipo de mujeres y sus hijos en la capital, sometiéndolos a la pobreza pero denigrando también su estatus cultural como madres en las dinámicas culturales de la ciudad, algunas deben pedir dinero en las calles y pueden ser denigradas a la clase social de la indigencia y su cultura malinterpretada a la ignorancia y falta de educación.
Otro ejemplo podría ser el problema de genero con el problema de raza, en el cual las madres indígenas son madres desde una temprana edad pero el desplazamiento forzado de estas mujeres por problemas de distribución del territorio y políticos vulnera la redistribución de los recursos a este tipo de mujeres y sus hijos en la capital, sometiéndolos a la pobreza pero denigrando también su estatus cultural como madres en las dinámicas culturales de la ciudad, algunas deben pedir dinero en las calles y pueden ser denigradas a la clase social de la indigencia y su cultura malinterpretada a la ignorancia y falta de educación.
Entonces el tema de reconocimiento, según Fraser, es un tema
de justicia el cual se trata como una cuestión de estatus social. De esta
manera ser reconocido de forma errónea
no implica sufrir una identidad distorsionada o haber sufrido el rechazo sino
ser representado de un modo que impide la participación como iguales en la vida
social.[1]
En estos términos son las instituciones sociales las encargadas de plantear
estrategias en las cuales sea posible la igualdad de condiciones de los
diferentes grupos identitarios en la participación e involucramiento de los
mismos como actores políticos y sociales.
En el caso de las madres indígenas desplazadas ¿Quién habla
por ellas y las representa? Es deber de las instituciones generar las
condiciones para que puedan participar y no sean excluidas y sean vulnerados
sus derechos enmarcados en diferentes categorías bidimensionales como seres
humanos, madres, indígenas y jóvenes productivas capaces como grupo de ser
reconocidos y tener conocimiento para producir desarrollo a la sociedad.
![]() |
Indígenas en Bolivia. Foto por: Cesar Angel Zaragoza, en Flickr. |
En este caso, tratar el reconocimiento como una cuestión de
estatus, nos muestra como evitar que las reivindicaciones normativas queden
hipotecadas a datos psicológicos individuales además del derecho no a que todo
el mundo tenga el mínimo derecho a la estima social, sino al contrario que todo
el mundo tenge derecho a alcanzar la estima social en justas condiciones de
igualdad de oportunidades.
Esta interpretación del reconocimiento como una violación de
la justicia basado en el modelo de estatus, nos permite asignarlo al dominio del
deber universal como se consideraa la justicia distributiva. Así, encontramos
algo en común entre estas diferentes dimensiones: ambas se encontrarían en una
misma dimensión normativa.
Entonces, una concepción bidimensional de la justicia consideraría la distribución y el reconocimiento como perspectivas diferentes de la justicia pero dimensiones de la misma, en donde el núcleo normativo de esta concepción se encontraría en la “paridad de participación”[2] y para Fraser hacer posible esta paridad, necesita de que la distribución de los recursos garantice la independencia y la voz de todos los participantes y que a su vez estos participantes sean respetados y estén en igualdad de oportunidades para conseguir la estima social a través de la expresión de patrones institucionalizados de valor cultural.
Sin embargo, no es tarea fácil y no se puede ser sumiso a la
hora de justificar una reivindicación del reconocimiento, pues la paridad
participativa es el medidor que juzgará si los reclamantes de la redistribución
o reconocimiento impiden esa igualdad de condiciones. Por esto Fraser propone
tratar la paridad participativa de manera intergrupal, es decir de minorías a
mayorías y a su vez, de manera intragrupal donde se puedan evaluar los efectos
internos que de las prácticas minoritarias puedan excluirse de las globales. Lo
cual no quiere decir que se deba tratar como una decisión sino al contrario se
dará a través del diálogo y la argumentación participativa donde se pueden
poner en juego las diferentesposiciones y enriquecerlas para tomar un cambio deparecer
o una nueva decisión.
De esta manera el debate público elimina el autoritarismo y
le concede dar la voz a aquellos que nunca la han tenido. A su vez nos permite
hablar de manera espontánea acerca de nuestra realidad e historia dotándola de
un dinamismo generador de nuevas ideas y percepciones de nuestra realidad ya
sea local o global dependiendo de la circunstancia.
La clase social y el estatus en la sociedad capitalista se
relacionan y pueden tener su causa o efecto en la otra, lo cual hace complicado
reconocer de que tipo se desata el problema si del bando que apela a la
distribución o el bando que apela al reconocimiento, pues en nuestra sociedad
la estructura de clases ya no refleja el orden del estatus y sus injusticias
pueden llegar a ser tan materiales como las de clase.
Por otro lado el estatus ha cambiado y esa modernización de
estatus se ha producido por la mercantilización y los cambios en la era de la
globalización que traen consigo la aparición de una sociedad civil pluralista y
compleja en el variado conjunto de instituciones que no necesariamente son mercantilizadas
haciendo que los actores no ocupen un lugar determinado sino que constantementeluchen
por su reconocimiento en los diferentes niveles enmarcados o no en aquellas
instituciones.
Para remediar nuestra actual situación Fraser propone integrar
por un lado el “dualismo esencial” que permite enmarcar la redistribución y el
reconocimiento como 2 esferas de justicia diferentes, pues una pertenece al
dominio económico de la sociedad y el segundo al terreno cultural y, que
acompañado de un “dualismo de perspectiva”que dependiendo del punto de vista que se tome, se pueda
jugar entre estas dos esferasgenerando un lazo de comunicación entre ambas,
reconociendo que ambas esferas inciden una en otra y así; evitarproducir
efectos indeseados.[3]
Sin embargo, aplicar formas desde la institución enfocadas a
la justicia no es tarea fácil.
Por un lado, las reformas de afirmación se centran en los
resultados finales de la injusticia como por ejemplo valorar la identidad de un
grupo, lo cual puede traer efectos indeseados como su simplificación al intentar
clasificarlo con ciertas cualidades específicas y en el caso de la redistribución,
provocaría en el reconocimiento diferencias y rechazos de estatus al tratar de
resolver las problemáticas económicas de los más vulnerados.
Por otro lado, la transformación que es la estrategia que se
encuentra más alejada de las necesidades inmediatas y reales de la sociedad, se
centra en encontrar la raíz de fondo de la injusticia que con tal carácter
solidario, tiende a formular derechos universales que reducen la estigmatización de las clases con los vulnerados
y beneficiados pero en vez de elevar la autoestima de quienes son reconocidos,
desestabiliza de manera autoritaria las diferenciaciones de estatus vigentes
creando una nueva autoidentidad para todos.
Ante esto,Fraser propone el concepto de “Reformas no reformistas” que combina el carácter práctico de la afirmación con el empuje radical de la transformación que ataca la injusticia en su raíz, es decir, que pueden haber reformas afirmativas con efectos transformadores no totales pero sí en algunos contextos determinados.[4]
La clave de esta difícil estrategia consiste en saber reconocer
que cuando las opresiones en las identificaciones son muy fuertes, la deconstrucción es la opción; pero cuando
no es así y la opresión se lleva a cabo en las oportunidades de participación,
la identidad debe quedar intacta y lo que se debe deconstruir son esas líneas que
no permiten la visibilización y reconocimiento de identidades.
Las problemáticas de reconocimiento en la posmodernidad
suelen ser un blanco fácil para promover la transformación, pues es la misma
posmodernidad la que implica una búsqueda constante y dinámica de la identidad.
En cambio la transformación en el plano económico y de redistribución es casi
imposible por el mismo sistema al cual pertenecemos y sus políticas de mercado. Así, las reformas no
reformistas abren aquel campo de paridad de participación para que en el futuro
se desarrollen o refuercen aquellas teorías y se enriquezcan de manera libre.
Nancy Fraser. Wikimedia Commons |
Para esto Fraser propone que a la hora de desarrollar estrategias
de“reforma no reformista”, exista una “reparación transversal” que utilice medidas distributivas para el reconocimiento
y medidas de reconocimiento para reparar la redistribución; todo esto con el
fin de mitigar ambas formas de subordinación al mismo tiempo. Sin embargo esta
propuesta solo es aplicable en algunos casos dentro de una estrategia
coordinada y no de manera total o generalizadora.
Y, por otro lado recomienda tener muy en cuenta una
“conciencia de los límites”, es decir, asumir una postura de reflexión sobre el
impacto de una reforma no reformista
sobre los límites de grupo.
Entonces, se deben tener en cuenta como alternativas viables,
aquellas que fomenten la paridad a través de los diálogos políticos, los cuales
no deben posicionar a los individuos en un lugar fijo y determinado, sino que al
contrario sea cambiante y dinámico y que permita la complejidad y que permita
diferentes rumbos en la historia. Sin embargo, esto no quiere decir que no
exista un claridad del marco en el que se desarrollan estas deliberaciones
sobre la institucionalización de la justicia, en donde quede claridad de
quiénes son los sujetos relevantes de la justicia y quiénes son los actores
entre los que debe darse la paridad de participación, pues en la actualidad los
procesos de globalización y la transnacionalización han hecho más complicado
diferenciarlos y pueden cambiar constantemente.
Estos procesos de Globalización han eliminado la concepción
de ciudadano exclusivo de una nacionalidad y residencia territorial, generando
la multiplicación de las luchas por el reconocimiento en la actualidadha
devuelto el interés masivo de la política de estatus y el decaimiento de la
política de clase. De igual forma podemos argumentar la proliferación de estas
luchas de reconocimiento, no solo por los flujos migratorios que producen la
hibridación sino por los medios de comunicación y la internet.
Sin embargo, algunas de estas luchas no acuden a la
institución por su complejidad,sino que adoptan posiciones de comunitarismo que
las simplifica y matiza de un sinfín de identidades más y en muchos casos no promueven
una interacción respetuosa a través de las diferencias sino las separan con
intolerancia patriarcalismo y autoritarismo. Ante este problema, que en la
juventud se hace el más fuerte y complicado; se necesita no reconocer sus
diferencias, sino desde la institución poner a trabajar en conjunto esas diferencias
para generar espacios abiertos de diálogo, conocimiento y enriquecimiento de
sus identidades, de lo contrario estarán condenadas a desaparecer con la moda o
por la violencia.
Para esto se debe encontrar el marco adecuado desde el cual
trabajar estos problemas de manera correcta, pues a veces problemas que pueden
parecer de tipo global solo tienen un efecto indeseado de manera local y es ahí
donde se debe trabajar. En este aspecto también podemos ver un problema
alternativo basado en la desigualdad económica producida por la aceleración de
la globalización que junto con la multiplicación de las luchas del
reconocimiento, generan una cortina de humo, que desplaza la fuerte
problemática de la desigualdad basada en la redistribución de los recursos por un
falsa lucha de estatus en la sociedad.
Por eso es importante hacer un análisis detallado de los
límites de grupo al escoger estrategias de reforma no reformista transnacionales que al cruzar la brecha entre
nacionalidades puedan estar truncando el alcance de la justicia y excluir a
actores sociales relevantes locales, es decir homogenizando una riqueza de identidades
culturales que no nos permita conocer los verdaderos problemas locales en los
que esas políticas se desenvuelven.
[1] Página 35.Capítulo
I. La justicia social en la era de la política de la identidad: Redistribución,
reconocimiento y participación; Libro ¿Redistribución o reconocimiento? Un
debate político-filosófico, Madrid : Ediciones Morata, 2006
[2]
Página 42.Capítulo I. La justicia social en la era de la
política de la identidad: Redistribución, reconocimiento y participación; Libro
¿Redistribución o reconocimiento? Un debate político-filosófico, Madrid :
Ediciones Morata, 2006
[3]
Página 61.Capítulo I. La justicia social en la era de la
política de la identidad: Redistribución, reconocimiento y participación; Libro
¿Redistribución o reconocimiento? Un debate político-filosófico, Madrid :
Ediciones Morata, 2006
[4]
Página 76.Capítulo I. La justicia social en la era de la
política de la identidad: Redistribución, reconocimiento y participación; Libro
¿Redistribución o reconocimiento? Un debate político-filosófico, Madrid :
Ediciones Morata, 2006