SOBRE POLÍTICAS ESTÉTICAS
Autor: Jacques Ranciére
Año de publicación: 2005
Editorial: Museud'Art Contemporani de Barcelona Universidad Autónoma de Barcelona. España
Este libro ahonda en las
necesidades, dinámicas y problemáticas de la sociedad actual, las cuales han
dejado de hacer parte de una democracia radical sino de una defensa y
supervivencia misma a esa democracia establecida y aún existente. En este caso
el autor extiende sus ideas sobre la sociedad contemporánea a través de la
mirada del arte y su papel como actor político. Pues, según el Prólogo de este
libro escrito por Gerard Vilar, el arte siempre ha tenido ese sesgo político
por sus revelaciones a veces eticamente peligrosas y engañosas para el orden
político, razón por la cual antes del romanticismo, éste había sido sometido al
poder hegemónico establecido de ese entonces[1].
En algunos casos podemos ver como
las instituciones se quedan un paso detrás de las dinámicas culturales y
artísticas, es decir, de lo que acontece en la vida misma, tratando muchas
veces de restringir y frenar el libre desarrollo de la sociedad por mantener el
orden y el poder. Ante estos casos el arte debe responder en su naturalidad,
mostrando su actuar político como revelador de la vida misma. Es así como en la
sociedad contemporánea las nuevas formas del arte se acercan cada vez más a la
denominación de Nicolas Bourriaud de arte relacional[2],
el cual se acerca y da más importancia a las relaciones que se establecen entre
los sujetos y la vida cotidiana.
Teniendo en cuenta esta pequeña
contextualización Rancière propone dos teorías sobre el presente post-utópico
del arte contemporáneo:
- En primera instancia propone alejarse de radicalismos en la investigación y las creaciones artísticas y de las utopías estéticas que se encuentran unidas a los grandes proyectos totalitarios o la estetización mercantil de la vida. Como por ejemplo, la instauración de un “ser en común” previo a una forma política particular, que permite a través de la obra acercar lo sublime a una idea desde lo cotidiano o comunitario o por otro lado, como según Lyotard[3] afirma, que “el arte moderno tiene la misión de dar testimonio de que hay cosas irrepresentables” lo que logra cautivar en la singularidad y condenar aquellas expresiones al olvido o a la mercantilización de aquellas formas de estetización.
La sociedad contemporánea es un bazar diverso de valores muchas veces irrepresentables por el carácter singular que el mismo hombre le da, al ser relatados y destacados ganan representabilidad en el valor de lo colectivo impulsando un sentido de comunidad. Así, desde las minorías o pequeños nichos en los que el
individuo logra involucrarse y representarse, se vigoriza y refuerza una pequeña comunidad.
Así, el arte que pretendía cambiar el mundo pasa a ser un arte modesto en cuanto a la afirmación de la singularidad de sus objetos, que da un nuevo uso y modifica la visión y actitudes que se tienen frente al entorno colectivo.
Estas micro-situaciones que reflejan el diario vivir de la sociedad misma tienden a crear a través de este lenguaje casual, nuevos lazos entre individuos que invitan a la confrontación, participación y el compartir de las ideas.
- La segunda teoría se enuncia a través de formas modestas de micropolíticas un poco más próximas a las del Estado. Mientras que en la primera el arte se opone ante el Estado a través de su cotidianidad misma.
Así, la estética relacional no
pretende ver al arte como el ente que cambiará el mundo pero si le ve como fin,
el construir espacios y relaciones para reconfigurar material y simbólicamente
el territorio común. Es de esta manera
que sin importar las técnicas, materiales o dispositivos propios de las
diferentes artes hay una convergencia hacia una misma idea y práctica del arte
como una forma de hacer uso u ocupar un espacio en el que se redistribuyen y
repiensan las relaciones entre el arte, la cultura, el espacio y el tiempo.
En este sentido Rancière afirma
que el arte no es político por los mensajes o sentimientos que exprese ni por
la representación de la sociedad misma; sino por la distancia que guarda en relación
con estas funciones y el uso que hace del tiempo y espacio que este mismo
establece. Así la función política del arte, según Rancière, se resume en la
división de lo sensible[4],
aquello que consiste en practicar una distribución nueva del espacio material y
simbólico, introduciendo sujetos y objetos nuevos que hacen visible lo que
antes no lo era.
El libre juego[5]
que propone Rancière es el fruto que obtiene el arte al ser un producto de la
ociosidad y la indiferencia, las cuales muestran de manera nada pretenciosa una
realidad. Es este libre juego el que permite a muchos jóvenes hoy en día
mezclar sus hobbies con el trabajo mismo, el cual como producto de la
informalidad y difícil consecución de empleos se ha vuelto la salida tentativa
de muchos y en la que han encontrado nuevas experiencias y herramientas de
trabajo. Es el libre Juego el que en la postmodernidad genera una revolución
política en la medida que genera nuevos usos de algunos espacios y tiempos
específicos que dejan ver realidades antes no visibles y más cercanas o
comunes.
El juego libre implica a su vez
una división de lo sensible, una apreciación del arte no por su técnica sino
por aquella forma sensible heterogénea que ha encontrado un uso del juego en la
realidad que le subyace.
De esta forma la tarea de la educación
estética pretende crear las ideas sensibles dentro de un tejido vivo de
experiencias comunes tanto de la élite como del pueblo, en el cual el arte
enmarcado en esa apariencia libre, a pesar de la revolución que puedan generar
sus ideologías, jamás podría llegar a ser tildado de totalitario, pues enmarca
dentro de sus pugnas un sentido autónomo y de libre juego que le impide
aferrarse a un poder que se encuentra totalmente
distribuido y desinteresado.
El ocio y el desinterés son un
determinante en la prolongación de estas comunidades que se adhieren al libre
juego en un determinado momento y digo, determinado momento porque al cambiar
las necesidades o el común de la comunidad desvanecerá en el tiempo o será
puente en la construcción de una nueva forma estética de representación del
tiempo y el espacio cambiantes al cual se ha llegado a través de la deriva
efecto del ocio. En este sentido se suprime la noción de rebeldía y se ve como
un desarrollo continuo que genera cambios constantes que modifican el uso de
aquellos espacios y tiempos específicos según las necesidades de la comunidad
misma. Para este entonces es válido como posición subversiva en el arte el no
tener una posición. Sin embargo, el régimen estético siempre ha vivido de la
tensión entre contrarios y es así como la no negación puede ser contraria a la
negación misma y de ahí saltar a la afirmación y es así como el arte en la
postmodernidad se renueva a partir de
los contrarios.
La heterogeneidad estética tiene
que entenderse bajo las dinámicas de la sociedad actual, puesto que todas sus
medidas sean pasivas o rebeldes tenderán a ser tomadas por el Estado, el
mercado, la moda y demás, para sacarles provecho. Es ahí cuando el arte da un
vuelco, toma otra posición y defiende celosamente esa línea existente entre el
mundo sensible y la corroída sociedad. Por esta razón el arte en la postmodernidad
debe ser cambiante y contradictorio para solo así funcionar en respuesta
negativa a la sociedad y escabullirse para evitar ser atrapado por ella.
Así, Las políticas de la estética
que habla Rancière permiten que renazcan en el espectro del arte las
posibilidades de lo crítico para llenar al arte de un nuevo valor que lo vuelva
más complejo y tenga un aporte político en la sociedad. De esta manera Rancière
habla sobre las dos grandes políticas de la estética[6]:
la política del devenir-vida del arte como construcción de nuevas formas de
vida común que encajan en una realidad aparte y, la política de la forma
rebelde como resistencia a cualquier transformación en forma de vida; tendrán
ambas que ver con el “arte crítico” el cual propone hacer conscientes los
mecanismos de la dominación para transformar al espectador en actor consciente de
la transformación del mundo.
En cuanto a esto, a mi parecer,
hoy en día son estos actores los que a través de las dinámicas de consumo del
arte han empezado a comprender que como espectadores del arte también tienen
derecho a su libre contemplación a la cual muchos artistas, sobre todo los
abanderados de las instituciones de la cultura, los que de alguna manera no se han
dedicado al arte por el arte, sienten como amenaza la exigencia de aquellos
derechos, porque el arte debe pensarse no solo desde la posición de su creador
si no de quien una vez creada la obra, le admira. Pues el artista debería saber
que renuncia a los múltiples significados, usos y efectos del arte mismo, una
vez su obra es creada, pues esta deja de ser de su propiedad para ser pública e
interpretada a la libertad de los ojos de quien la admira.
Entonces, así como el arte puede
ser valorado también puede ser despreciado por la indiferencia y sumisión de
sus espectadores, en el segundo caso será porque noven en la obra un derecho
del cual pueden apropiarse y así habrá una ausencia del sentimiento positivo,
de una capacidad de transformación de la vida misma. Es por esta razón que en el
arte son tan importantes el artista como el que está del otro lado
contemplando, pues será solo a partir de esta relación que podrá llegar a
mantener la llama encendida.
Así, según Rancière podemos
entender la Estética de la política como los modos de creación disensuales de
escenas y personajes, de manifestaciones y de enunciaciones que se distinguen y
oponen a las creaciones del arte. Y por otro lado, las Políticas estéticas, como
la lógica del arte que se convierte en vida al ser suprimido por el mismo y la
lógica del arte que hace política con la condición de no hacer política en
absoluto.
Problemas y transformaciones del arte crítico.
El arte crítico se conforma de la
tensión entre el arte que empuja a la vida y la tensión que separa la sensorialidad
estética de las otras formas de experiencia sensible, es una búsqueda sensible
entre opuestos y no opuestos, una tensión constante entre la cotidianidad y la
universalidad. En este sentido el collage logra mostrarnos las dinámicas del
mundo moderno, pues el collage como el encuentro de los mundos heterogéneos, es
el hallazgo surrealista del paraguas con la máquina de coser que se manifiestan
contra la realidad del mundo cotidiano que con sus hallazgos encuentra el poder
soberano del sueño y el deseo. La política del collage se funda en el vínculo
entre dos mundos ajenos, su aproximación y comprensión de la realidad a través
de su distorsión personal y soñadora que atraviesa las fronteras que los
separan para que puedan ser relacionados el arte con la política y la cotidianidad.
La sociedad del capitalismo y el
mercado excluye constantemente objetos y formas, que encontrados por artistas
vuelven a cobrar un significado, es una acto político en el que el ready-made
es el paisaje inspirador del artista, un lugar saturado de imágenes y mundos
los cuales a través del collage son cosidos u apropiados por el artista
formando nuevas estructuras de pensamiento y apreciación de la vida misma. Así
el paradigma de los opuestos entendido no como rivalidad si no como
metamorfosis, se constituye como una tercera vía de una micro política del
arte, muchas veces permeada por un delgado hilo de humor al cual los artistas
suelen apelar con facilidad hoy en día.
En el mundo actual se deslizan
aquellas provocaciones polémicas que dieron de que hablar en imágenes nuevas de
composiciones heterogéneas, las cuales Rancière clasifica en 4 diferentes
estrategias de creación artística con consecuencias en lo político:
- La primera será el jugar con lo “indeterminado”, donde la obra libremente provoca indeterminaciones con las cuales cualquiera puede jugar y pretende en fin último agudizar la percepción o desciframiento de signos y la fragilidad de los procedimientos de lectura de los mismos en el placer que causa la experimentación de jugar con lo indeterminado.
- La segunda será el juego que logra que se cree un “inventario”, logrando a través de retazos repoblar el mundo de las cosas colocándolo como archivo al servicio de la comunidad con el fin de que éste mundo de las cosas de nuevo sea apropiado por la comunidad y se construyan a partir de ahí nuevos significados y realidades.
- La tercera estrategia utiliza la invitación o “el encuentro” donde se aprecia el arte relacional, el cual propone crear no objetos si no situaciones con las cuales se pueda interactuar.
- Por último, La cuarta será “el misterio” que da fe de una co-presencia de imágenes heterogéneas y usos antes dados.
Entonces, teniendo en cuenta
estas nuevas formas, las exposiciones de arte se convierten en misceláneas
testimonio de una democracia en el arte que refleja la complejidad del mundo
sin tratar de desenredarle sino mostrándola como evidencia de varios mundos
conectados a través de la obra. Sin embargo, el arte debería invitar más, no
solo a conocer esa visión de mundo ni a desenredarla, sino a darle un sentido
alguno, es decir a enriquecerla y a reflexionar a partir de ella.
Estado de la política - Estado del arte
En la política siempre hay
disenso por la división de lo sensible, siempre habrá polémica y un ente
regulador o como llama Ranciére, Policía; el cual actuará para mantener el
orden. Por otra parte, el arte permite la libertad misma de la política a
través de la creación de formas indecisas representadas en la crítica de la
autoridad, el juego sobre la ambigüedad misma de la relación crítica con los
íconos, los estereotipos y el trabajo para redefinir unas referencias de mundo
común y actitudes comunitarias.
Es por esta razón que a pesar de la
tolerancia, los diferentes puntos de vista, que generan polémica; siempre
existirán en la medida de que a través de la acción se aviva el sentimiento que
nos recuerda que estamos vivos. El consenso solo anula todas las
multiculturalidades y homogeniza la cultura privándola de descubrir nuevas
posibilidades e identidades que le recuerden que “estamos vivos”.
Es de gran importancia tener
cuidado con el deber político del arte y la comunidad o el pueblo mismo, para
no caer en el consenso al intentar ver al pueblo como el excluido que ignora el
arte y al que el arte debe hacer sensible y es ahí donde los objetos del arte
relacional como vehículo social deben ser reconsiderados al no tratar de
desarrollar proyectos culturales que luchen contra la exclusión, pues el ser
parte de una mini comunidad en la actualidad, es decir autoexcluirse de la
masa, ya es un beneficio; sino entonces más bien pensar como comunidad en desarrollar
proyectos que permitan luchar contra la dominación, es decir generar espacios
donde estas comunidades puedan actuar políticamente con capacidades subjetivas
de acción. Es decir generar espacios materiales de circulación de personas y
objetos disensuales o diversos, introduciendo en ellos un tema suplementario o
contradictorio.
En este espacio, es “el inventario”
que propone Rancière el que puede ser utilizado para representar y archivar un
sinfín de mundos y formas que pueden ser apropiadas por otros al ser contradichas,
reestructuradas, generar alianzas o incluso enemigos que permitan dejar en los
otros un interrogante y un recuerdo que sirva como material para contraponer o
reforzar esa forma de pensamiento, es decir, forjar desarrollo e innovación, “el
inventario” está basado en la política del compartir no con todos (Global) sino
con el que quiera, es dejar a disposición de otros lo que se suponía como
nuestro, es acercar alianzas y tener de cerca al enemigo, para poder actuar
frente al mismo. Cada cosa ocupa un lugar en el mismo y el ordenar o recopilar
no tiene por qué ser contrario a la indeterminación puesto que el orden puede
ser también un caos y depende de la subjetividad misma con la que se le
aprecie.
Los espacios del arte
Hablar de espacios del arte no
implica simplificarlo a los modos de presentación sino que implica el espacio
del arte mismo contenido y contemplado desde cualquier punto de vista en donde
se define diversas clases de transacciones de la experiencia estética como el
programa cultural /educativo, en el cual es necesario salirse de los opuestos
como ocio y trabajo, dentro y fuera, alto o bajo, arte y no arte, pues lo que
se debe buscar como fin último es crear espacios alternativos a estos extremos, para descubrir nuevos disensos, nuevas
maneras de luchar contra el consenso, lo cual descentraliza el poder
permitiendo generar constante innovación y desarrollo desde lo anónimo y lo
local que permita la interacción y distribución de esa información de manera
global.
Política y estética de lo anónimo
El desarrollo y la innovación en
el arte al crearse desde una política del anonimato adquiere una mayor
consistencia debido a su misma ausencia, pues uno de los problemas y vacíos más
grandes de la sociedad actual es la fama, vivimos en un mundo neurótico que
empecinado busca el obtener o representar una imagen importante, en vez de
hacer cosas importantes, por eso es está misma ausencia del anonimato la que
dobla el valor, la credibilidad y el sostenimiento del arte en la creación de
mundo. La imagen y la fama entretienen y despistan la esencia de la obra.
[1] Página
9. Prólogo del ensayo “Sobre Políticas Estéticas” de Jacques Rancière. Museud'Art
Contemporani de Barcelona Universidad Autónoma de Barcelona. España. 2005
[2]
Estética Relacional. NicolasBurriaud, Ediciones Los sentidos/ Artes Visuales.
2006. Argentina.
[3]Jean-François
Lyotard. Filósofo francésreconocido
por su introducción al estudio de la postmodernidad a finales de 1970.
[4] Página
19. Tomado del ensayo “Sobre Políticas Estéticas” de Jacques Rancière. Museud'Art
Contemporani de Barcelona Universidad Autónoma de Barcelona. España. 2005
[5]
Página 21. Tomado del ensayo “Sobre Políticas Estéticas” de Jacques Rancière. Museud'Art
Contemporani de Barcelona Universidad Autónoma de Barcelona. España. 2005
[6]
Página 37. Tomado del ensayo “Sobre Políticas Estéticas” de Jacques Rancière. Museud'Art
Contemporani de Barcelona Universidad Autónoma de Barcelona. España. 2005
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